PÁGINAS

miércoles, 24 de febrero de 2016

FRAGMENTO: Hasta que te conocí de Anna García

HASTA QUE TE CONOCÍ 
de Anna Garcia

—¿Por qué siento como si fuera nuestro primer beso? —dice despegando sus labios tan solo unos centímetros de los míos.
—Porque entre tú y yo hay algo especial. Te prometo que todos nuestros
besos serán como el primero —digo sin dejar de saborear sus labios—,que siempre
descubriremos algo nuevo y que conseguiré que sientas la misma emoción cada vez
que mis labios rocen los tuyos.
Valerie me mira fijamente a los ojos, como si la hubiera hipnotizado. Paso mi
brazo escayolado por su espalda y sin mucho esfuerzo, tiro de ella y la levanto. Me
siento y la coloco a horcajadas encima de mí. Suelto su coleta sin dejar de besarla y
su pelo cae en cascada sobre nuestras caras. Y entonces ella empieza a moverse,
frotándose contra mi cuerpo, llevando mi resistencia hasta el límite. Me pongo en pie,
la agarro con firmeza del trasero y empiezo a caminar con ella a cuestas hacia el
dormitorio. Afortunadamente, mi sentido de la orientación es brillante así que llego a
su dormitorio enseguida. Además, tengo memoria eidética, así que pienso grabar en
mi cabeza cada centímetro de su piel.
En cuanto posa los pies en el suelo, se separa de mí y, sin dejar de mirarme,
se empieza a quitar la camiseta de tirantes. Sonrío al ver su sujetador, de color rojo.
—¿Qué te hace tanta gracia?
—No sabía que tuvieras también de color rojo...
—Te dije que tenía de muchos colores...
—¿Y llevas... las bragas a juego?
—Tanga... Llevo tanga.
Abro los ojos de par en par mientras me vuelvo a pegar a ella. Mis dedos
bajan los tirantes de su sujetador, sin prisa, acariciando a la vez su piel. A pesar de
que parece que mi entrepierna vaya a estallar, a las mujeres les encantan los
preliminares, así que estoy dispuesto a hacer las cosas bien... Llevo demasiado
tiempo deseando hacer esto, y no quiero cagarla. Pero entonces ella me agarra de la
camiseta y me la quita sin ningún miramiento, mordiendo mi pecho segundos después.
—Dale caña, Turner —me pide.
—Bendita seas.
Mientras sus manos se ocupan del botón de mi pantalón, yo desato su
sujetador con un simple chasqueo de dedos. Cuando me deshago de mi pantalón, la agarro por la cintura y la tiendo encima de la cama. Me incorporo un momento para poder admirarla durante unos segundos, al menos hasta que ella alza los brazos y, haciendo pucheros con el labio, me ruega que vuelva a acercarme a ella. Apoyando el peso del cuerpo en los antebrazos, me tiendo sobre ella y la beso. 
Sus piernas se enroscan alrededor
de mi culo, atrayéndome hacia ella. 
Mi calzoncillo no disimula para nada mi erección, y su pequeño pantalón permite que ella la note cuando la aprieto contra su entrepierna. Hundo la cara en su cuello y lo lamo. Luego desciendo. Luego desciendo
lentamente, sin despegar mi boca de su piel, hasta llegar a sus pechos. Muerdo uno de
sus pezones, ya erectos y su espalda se arquea mientras sus manos se aferran con
fuerza a mi pelo. Levanto la vista hacia su cara y la veo morderse el labio inferior con
fuerza. Mis manos recorren sus costados hasta agarrar la cinturilla de su pantalón.
Saco la lengua y trazo una línea hasta su ombligo al tiempo que bajo sin pantalón y
descubro el minúsculo tanga rojo.
—Madre mía... —balbuceo mirando embelesado la prenda. Afortunadamente,
recobro la cordura con rapidez y doy un seco tirón para romperlo.
—¡Oye! —se queja ella.
—Te compraré otro.
—¡Era el conjunto del sujetador!
—Te compraré un conjunto.
—¿Y qué hago con este sujetador que se ha quedado huérfano? —me pregunta
para sacarme de quicio.
—Yo le adopto, no te preocupes.

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