PÁGINAS

miércoles, 30 de diciembre de 2015

RELATOS HOT: Cerra ilegal de Lily Tempelton

          CARRERA ILEGAL 
           de Lily Tempelton

Estoy muy emocionado aunque un poco preocupado. Bea, mi hermana pequeña, compite por el mejor puesto en una de las carreras de coches más importantes de la zona. ¿Por qué conduce ella y no yo? Pues es muy sencillo, trabajo en un taller y me encanta andar.
Un día mientras trabajaba en su coche llegó muy ilusionada ya que se acababa de apuntar a una de las carreras de coches más importante del año. Y ahora estamos aquí en esa carrera y yo como el fan número dos, ya que el uno es su novio por mucho que me fastidie. Estoy de píe y subido a unos escalones entre el público, nervioso y entusiasmado por verla de nuevo en el volante. Eso sí, hoy ella eligió a su novio Marvin para que fuese su ayudante, quería que yo disfrutase desde afuera por una vez.
No es la primera vez que hace una carrera la chica contra la que rivaliza, aunque no quita que mi hermana es considerada una de las mejores en esta zona, por lo tanto está muy reñido el primer puesto. A lo lejos de la explanada veo que aparece un Mustang Shelby GT500 negro con degradado en rojo sangre, precioso, se detiene donde va a comenzar la carrera y para el motor. Del cochazo sale una morena delgada pero con unas curvas de infarto que invitan a deslizarse por ellas, la parte superior de sus vaqueros rozan el inicio de su delicioso trasero torneado, me encantaría ser ellos ahora mismo. Camina decidida hacia mi hermana para saludarla, tras ello regresan a sus respectivos coches pero algo la distrae antes de abrir la puerta y la hace detenerse, gira la cabeza y su mirada conecta directamente con la mía, sin dejar de mirarme redirige sus pasos, esta vez se dirige a mi zona. Dejando a todos atónitos incluyéndome a mí, se detiene en el escalón inferior al mío, sonríe con pillería, me mira de arriba abajo y con sensualidad agarra mi camiseta con ambas manos para acercase más a mí y me susurra en el oído.
— Solo quería decirte que cuando termine la carrera, te buscaré. Tanto si gano como si pierdo. — Con un ligero beso en la mejilla se despide da media vuelta y sin esperar contestación alguna vuelve a su coche.
Los demás no paran de cuchichear con lo que ha pasado y yo estoy con una sonrisa de oreja a oreja, siempre hace lo mismo antes de competir. La carrera da comienzo y tras dar varias vueltas muy reñidas, por fin hay una ganadora. Bea festeja en brazos de todo el mundo que ha sido la ganadora. Un golpecito en el hombro me devuelve a la realidad.
—Tu hermana cada día es mejor. ¿La has enseñado algún truco nuevo?— Me dice con un tono divertido.
— ¡Hey Nube! Ya sabes que no, ella es la que tiene la magia para estas cosas, sabe lo que se hace.
— ¿Sabes? No importa, hoy quería un premio y no era ganar la carrera— me acaricia el hombro y desplaza su mano por la espalda casi hasta mi trasero.
— ¿No? ¿Entonces cuál era?— Alzo la ceja derecha y sonrío haciéndome el inocente.
Muy decidida acorta nuestra distancia hasta que nuestros labios se unen. Al principio es lento pero según pasan los segundos nuestras pulsaciones se van acelerando al igual que los movimientos y el beso se vuelve más intenso. Debería parar y despedirme de Bea antes de seguir. Muy a mi pesar me separo un poco quedando a escasos centímetros de ella.
—Me parece fantástico ser tu premio, pero antes quiero darle la enhorabuena a mi hermana y despedirme de ella.
—Está bien, no tardes.
Voy directo a mi Bea, ésta da un salto y se cuelga de mi cuello, la felicito con un fuerte abrazo y la digo que se lo merece, que disfrute con su chico y que mañana lo celebraremos en la comida familiar. Me dice que sin ningún problema, que por ella perfecto y que también disfrute. Me guiña un ojo y me despido con un beso en la frente, como siempre hago.
Nube está sentada en el escalón entretenida con el móvil, me agacho hasta su oído y le susurro:
—Cuando quieras nos vamos.
Me tiende la mano y la ayudo a levantarse. En silencio entramos en su coche, lo arranca para poner rumbo a un destino que en su mirada veo que ya ha elegido.
Una vez llegamos para el motor en uno de los barrancos más famosos a las afueras de la ciudad donde tenemos unas vistas impresionantes a nuestros pies. Nube baja del coche y yo la sigo y me siento en el capó.
—Me encantan las vistas a esta hora de la noche. Son espectaculares. — Se coloca entre mis piernas pero mirándome a mi directamente y no al paisaje.
—Sí — la susurro rozando su boca seguido de morderle el labio inferior.
Ya nada nos detiene, nuestras manos van al borde de cada camiseta y ambas caen a nuestro lado incluyendo su sujetador, el calor aumenta por momentos, sus manos traviesas recorren mi torso dirección al cinturón, lo abre con facilidad y con destreza desabrocha la bragueta. Me dejo caer en el frio capó pero con su gracia innata me deja ahí para ir adentro del coche corriendo en busca de algo. Regresa tan rápido como ha ido y trae un preservativo en la mano, me lo da mientras sigue con lo que había dejado a medias y bajándome el pantalón comienza dándome caricias por encima del slip, se regodea en la zona de mi miembro hasta que lo pone bien duro. Me doy cuenta de que ella sigue con sus vaqueros y sin más, cambio nuestras posiciones con cuidado de no caerme, ahora es ella la que tiene la espalda en el capó y yo estoy entre sus piernas. Le doy el condón y con los dientes la muerdo el estomago, el vientre y llego al vaquero que con mis largos dedos desabrocho y bajo. Lleva un culot el cual desaparece igual que mi slip y forma parte de la montaña de resto de ropa que hay en el suelo. Con ansias atrapo un pecho y doy un mordisco al pezón izquierdo, un grito animado me saca de mi labor y me doy cuenta que en la mano tiene el condón desenvuelto.
—Se me revelaba y no quería abrirse.
Reímos y no dudo, la beso, me separo mirándola con complicidad y desplazo mi mano rozando su piel, desde su pezón derecho rodeándolo y tirando de él, hasta llegar a su estómago, donde lo lamo al igual que su ombligo y termino soplándolo. Vuelve a reír y sigo mi camino llegando a su vértice, muerdo justo en su monte de Venus y sin darle tiempo paseo mi lengua con ímpetu llegando a donde ambos ansiamos, la miro desde esa perspectiva y veo que ya no se ríe, sino que su cabeza está en el capó y su espalda elevada. Los gemidos de su boca salen sin cesar y no puedo evitar acelerar esa imitación de lo que vendrá después. Noto como va saliendo ese manjar afrodisiaco de mujer que a todo hombre vuelve loco y en cuestión de segundos un grito ahogado más la tensión de toda ella me dice que el primer orgasmo de la noche acaba de llegar.
Me levanto y con velocidad me pongo el preservativo. Una vez puesto me posiciono entre sus piernas y agarro sus caderas, las elevo posicionando mi pene en la entrada, la miro a los ojos y veo que desea que entre en ella y la haga mía. Despacio voy avanzando en su interior, está tan lubricada que en el segundo empujón entro del todo, una vez llego al fondo ambos gemimos por ello. Ella abraza mi cintura con sus piernas y me afianza con sus brazos el cuello, con maestría apoyo las manos en el capó y comienzo un pequeño vaivén que poco a poco cambia en certeras embestidas, las cuales van siendo cada vez más potentes y precisas, ella por su parte se contrae, noto como su interior me absorbe y su calor me arde, con cada empujón me proporciona un placer que va aumentando y sus mejillas la delatan. Muerdo su pezón izquierdo y con las manos puestas en sus caderas la sujeto para que esa bola de fuego que noto en mis bajos explote, aunque no pienso dejar que eso ocurra sin que ella se corra conmigo. Desvío una mano hasta ese punto de nervios que está justo en su vértice y con círculos lo masajeo con brío, noto que está a punto y sus gemidos y gritos lo demuestran, conozco a la perfección esa sensación de presión en mi pene, la cual me indica cuándo Nube se va a correr. Siento que me estruja y sus fluidos ayudan a que llegue a mi orgasmo pero quiero esperar a que ella tenga el suyo. Acelero, sigo y sigo con las embestidas hasta que el grito de Nube y su sexo me dicen que ha llegado y yo exploto con ella.
Mientras nos calmamos, disfrutamos de esa sensación poscoital.
—La semana que viene tengo otra carrera ¿Vendrás a verme?
—Cariño, sabes de sobra que sí.
Me da otro beso mientras se viste y me pasa la ropa.
—No tardes en vestirte.
—No, que aún queda ir a casa, dar de cenar al peque y acostarlo. — Nos reímos y al no poder resistirme la beso con ternura.


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